faltante(manquante), deficiente, que es
aquélla delante de lo cual el sujeto iría a sucumbir, si no surgiera en este lugar la
angustia.
Un signo representa algo para alguien,
y a falta de saber lo que representa el signo, el
sujeto frente a esta pregunta, cuando
aparece el deseo sexual pierde el alguien a quien la
pregunta se dirige, es decir él mismo,
y nace la angustia de Juanito.
Aquí se dibuja ese algo que, preparado
por el surco de la fractura del sujeto por la
demanda, se instaura en la relación que
por un instante vamos a considerar como se
consideró frecuentemente, aislada, del
niño y de la madre. La madre de Juanito, al igual
que todas las madres, apelo a todas las
madres, como decía el otro(209), diferencia su
posición en esto que ella marca, cuando
comienza a aparecer la pequeña agitación, el
pequeño temblor no dudoso del primer
despertar de una sexualidad genital como tal en
Juanito: es completamente cochino. Es
asqueroso el deseo. Ese deseo del cual no puede
decir qué es. Pero es estrictamente correlativo de un
interés no menos dudoso por algo
El psicoanalista no puede dar más que
un signo, pues el signo que hay que dar es el signo
de la falta de significante; es el
único que no se soporta, porque provoca angustia. Sin
embargo, es el único que hace acceder
al otro a lo que es la naturaleza del inconsciente: a
la ciencia sin consciencia, de la cual
ustedes comprenderán que Rabeleis dijera que es la
"ruina del alma".
?en la neurosis
obsesiva femenina), citaré: "Al
igual que el obsesionado (obssedé) masculino, la mujer
tiene necesidad de identificarse de un
modo regresivo con el hombre, para poder liberarse
de las angustias de la primera
infancia; pero mientras el primero transforma el objeto de
amor infantil en objeto genital, la
mujer abandona ese objeto y tiende a la identificación
heterosexual con la persona del
analista, persona asimilada a la de una madre
benovolente. Recaemos en esa pulsión destructora de la
que la madre es el objeto".
Si este $ es ese lugar que de tanto en
tanto puede estar vacío, a saber, que nada viene
allí a producirse de satisfactorio, en
lo que concierne al surgimiento de la imagen
narcisística, podemos concebir que es
tal vez a esto a lo que responde la producción de la
señal de angustia.
El artículo de Freud sobre este tema,
da todos los elementos para resolverlo.
La señal de angustia se produce sin
duda en el nivel del moi. Pero tal vez podemos decir
un poco más respecto a este "en el
nivel del moi". Podríamos descomponer esta cuestión,
articularla de una manera más precisa y
franquear las puntas en que para Freud la
cuestión llega al impasse.
Demos ahora los pasos que permitirán
comprender lo que acabo de decir.
Una cosa está dada: la señal de la
angustia se produce en algún lugar que puede ocupar
i(a), el moi imagen del otro,
fundamentalmente función del desconocimiento, en tanto que,
si la ocasión se presenta, esta imagen
puede allí ser disuelta.
Yo no digo que sea la falta (défaut) de
la imagen la que hace surgir la angustia.
La relación especular original, del
sujeto con la imagen especular se instala en la reacción
de agresividad. En mi (...) (ver
nota)(301) sobre el estadío del espejo, hace tiempo indiqué
que no dejaba de tener relación con la
angustia. El camino que corta transversalmente la
reacción de la agresividad consiste en
orientarse en la relación temporal.
No hay referencia de la imagen
especular al otro como tal; cuando ésta se encarna, hay
relación temporal, tengo (...) (ver
nota)(302) de verme semejante a él; a falta de esto,
¿dónde voy a estar?
La relación especular original, del
sujeto con la imagen especular se instala en la reacción
de agresividad. En mi (...) (ver
nota)(301) sobre el estadío del espejo, hace tiempo indiqué
que no dejaba de tener relación con la
angustia. El camino que corta transversalmente la
reacción de la agresividad consiste en orientarse en la
relación temporal.
La función de precipitación en lógica,
la he tratado en el sofisma, en el problema de los
tres discos. Esta función en la cual el
hombre se presta en su semejanza al hombre, no es
la angustia. Para que la angustia se
constituya, tiene que haber relación en el nivel del
deseo. Es por eso que hay los llevo de
la mano para atrapar este problema de la angustia.
He aquí entonces dónde estaría el
analista:en la relación del $ con el deseo, con un objeto
dLa noción de señal en un complejo
social, reacción a un peligro, he aquí donde, en el nivel
biológico, ya que existen sociedades
observables, esta señal de angustia, el sujeto la
puede recibir en efecto del alter ego, del otro que
constituye su moi.el deseo que sea zu verdrängen, para rechazar.
si la angustia se produce tópicamente
en el
lugar definido por i(a), es decir, como
Freud lo articula, en el lugar del moi, no hay señal de
angustia sino en la medida en que se
refiere a un objeto de deseo, objeto que perturba al
yo ideal i(a), que se origina en la
imagen especular.
Esto es esencial para comprender la
señal de angustia: la función de esta señal no se
agota en su Warnung, en su advertencia
de tratar de salvarse; es que al cumplir una
función, esta señal mantiene la
relación con el objeto del deseo. Esta es la clave y el
resorte de lo que Freud, en este
artículo y en otros lugares, de manera repetida, incisiva,
acentúa al distinguir la situación de
angustia de la de peligro, Gefahr, y de aquélla de la
Hilflosigkeit, el desamparo, la falta de recursos.
Pero vean la forma más radical de
neurosis que es la fobia, alrededor de la cual gira todo
el discurso de Freud en
"Inhibición, Síntoma y Angustia".
La fobia está hecha para sostener la
relación con el deseo bajo la forma de la angustia.
Del mismo modo que la definición
acabada de la histeria es
a (A
------
- ?
Es decir la metáfora
Pero vean la forma más radical de
neurosis que es la fobia, alrededor de la cual gira todo
el discurso de Freud en
"Inhibición, Síntoma y Angustia".
La fobia está hecha para sostener la
relación con el deseo bajo la forma de la angustia.
Del mismo modo que la definición
acabada de la histeria es
a (A
------
- ?
Es decir la metáfora en el punto del otro en que el
Es decir la metáfora en el punto del
otro en que el sujeto se vive como castrado,
confrontado al A (Dora, es por
intermedio del Sr. K. que desea; no es a él a quien ella
ama, es a través de él que ella se
dirige hacia aquélla a quien ama, la Sra. K.).
La fobia es el mantenimiento de la
relación con el deseo en la angustia, con algo más
preciso (no es la relación de angustia
por sí sola): es que el lugar del objeto en relación a
la angustia es sostenido (véase
Juanito) por , el falo simbólico, como aquél que es en las
cartas el Joker. Indudablemente se
trata del falo, pero este falo puede tomar el lugar de
todos los significantes.
del padre carente (carent) como padre
real (el padre de Juanito)
del padre presente (Freud). como padre
simbólico invasor.
Si todo esto juega, es porque en la
fobia existe la posibilidad de sostener la función
faltante(manquante), deficiente, que es
aquélla delante de lo cual el sujeto iría a sucumbir,
si no surgiera en este lugar la
angustia.
Si la función de señal de la angustia
nos advierte algo muy importante en clínica
psicoanalítica, es que la angustia a la
cual vuestros sujetos están librados no es para
nada, como se les enseña, una angustia
cuya única fuente fuera un término sólo para él;
lo propio del neurótico es ser un vaso
comunicante (A. Breton).
La angustia con la que tiene que ver
vuestro neurótico, la angustia como energía, es una
angustia que acostumbra ir a buscar a
paladas, a derecha e izquierda, en tales o cuales de
los A (Otros) con los cuales él tiene
que ver; es tan utilizable como la que es de su
cosecha. Ténganlo en cuenta en la
economía de un análisis, de lo contrario se romperán la
cabeza para saber de dónde viene este
informe de la angustia en el momento en que
menos se lo esperan; existe la angustia
de los vecinos, y con eso se les ha dado
advertencias que no les advierten gran
cosa. Porque la cuestión consiste en saber lo que
esta advertencía implica, a saber, que
vuestra angustia, la de ustedes, no debe entrar en
juego; que el análisis debe ser
aséptico con respecto a vuestra angustia; ¿qué puede
querer decir esto en el plano
sincrónico, esto que no permite el campo de la diacronía, a
saber, que vuestra angustia ya la han
gestado en gran medida en un análisis anterior, lo
que es demasiado fácil y no resuelve
nada?
Lo que hay que saber es en qué estatuto
deben estar ustedes con respecto a vuestro
deseo para que no surja en ustedes la
señal, la energía de angustia. Si surge, irá a
volcarse en la economía de vuestro
sujeto, y esto, a medida que está más avanzado en el
análisis, ya que es a nivel de ese A
que ustedes son para él, que buscará la vía de sus
deseo.
Tal es el estatuto del analista en la
sincronía concerniente a la angustia.
Para rizar este rizo que hace intervenir
la función del Otro como posibilidad de surgimiento,
como señal, ustedes ven que la
referencia a la manada, en tanto esta señal se ejerce en el
interior de una comunicación
imaginaria, es necesaria, ya que si la angustia es una señal,
puede venir a través del otro; sin
embargo no se agota en el enemigo de la manada, pues
lo que distingue al sujeto humano del
sujeto animal, es que, para cada sujeto, el enemigo
de la manada es él.
Encontramos aquí lo que Freud articula
al hablar del peligro interno. Encontramos también
lo que siempre encontramos en el
hambre, este peligro interno al sujeto es el mismo en el
nivel de lo colectivo, este peligro
interno al sujeto es el mismo en el nivel de la manada, en
tanto el deseo viene a emerger para
colmar la falta de certeza de garantía, a lo que el
sujeto está confrontado en relación a
lo que le importa, en tanto que no es solamente un
animal de manada —tal vez lo sea, pero
esta relación está gravemente perturbada al estar
englobada en los niveles individual y
colectivo en la relación al significante.
El animal que escapa es la manada,
desde que ha recibido el signo del guardián de la
manada.
El hombre es el sujeto de la falta en
ser (manque à être) surgido de una cierta relación al
discurso, y esta falta en ser no puede
colmarla más que por esta acción que tan
fácilmente, quizás radicalmente
siempre, toma el carácter de huida anticipada.
Pero justamente, fundamentalmente, esta
acción no ordena para nada a la manada; esto
no juega en el plano de la coherencia
ni de la defensa colectiva; su manada no se
acomoda para nada a su acción. Y no
solamente la manada, la realidad tampoco: siendo
la Realidad (no lo Real) la suma de las
certezas acumuladas por la adición de una serie de
acciones anteriores, siendo la nueva
siempre malvenida: a saber, este levantamiento(303)
de angustia cada vez que se trata de un
deseo del sujeto.
Si el análisis no ha servido para hacer comprender
No consiste la fecunda Versagung del
analista en negarle al sujeto su propia angustia, la
del analista, en dejar desnudo el lugar
donde por naturaleza está como Otro, llamado a dar
la señal de la angustia?
Veremos allí perfilarse ese algo que
les indiqué la última vez, al decirles que el puro lugar
del analista, en tanto lo podríamos
definir en el fantasma, sería el lugar del puro deseante
(erastés): es ese algún lugar donde se
produce siempre la función del deseante, a saber,
venir al lugar del erómenon, ya que es
para eso que les hice recorrer el desmenuzamiento
del Banquete y de la teoría del amor.
Que algún sujeto pueda ocupar el lugar
del puro deseante, abstraerse, escamotearse él
mismo en la relación con el otro, de
cualquier suposición de ser deseable, esto que les
estoy diciendo lo materializan las
respuestas de Sócrates.
Porque si hay algo que es significado
por el episodio con Alcibíades, es esto; por un lado,
Sócrates afirma no conocer nada que no
sean las cosas del amor, que todo lo que se nos
dice de él es que es un deseante al que
nada detiene; y, cuando se trata de mostrarse en
la posición del deseado, a saber, en la
agresión pública, descontrolada, ebria, de
Alcibíades, ya no queda nadie. Esto
ilustra aquello de que les hablo, esto tiene un sentido
encarnado en algún lado, porque no
solamente a mí Sócrates se me aparece como un
enigma humano, un caso como nunca se ha
visto; ¿cómo estaba fabricado este tipo (type)
y por qué armó lío por todos lados, con
sólo contar pequeñas historias de todos los días?
Este lugar del deseante hace eco con el
lugar del orante en la plegaria. Porque también en
la plegaria, el orante se ve orando.
Príamo, el orante tipo, reclama a
Aquiles el cuerpo del último de sus hijos, de los cuales no
conoce la cantidad; tenía cincuenta; a
este Héctor, él le tiene apego. ¿Que le dice a
Aquiles? No habla mucho de Héctor, por
varias razones; porque no es fácil hablar de ello
en el estado en que se encuentra en ese
momento y, cada vez que se trata del Héctor
viviente, Aquiles se pone furioso y, a
pesar de que su madre Tétis le haya dicho que lo
entregue, por un pelo no lo entregó.
El sólo hecho de que Príamo esté en
función de orante no le hace hacer mucha psicología,
va a presentificar al orante en su
presencia misma. Príamo hace llevar su plegaria y
desdobla ese personaje orante que él
es, de otro que se inscribe en su plegaria, a saber
Peleo, ausente, el padre de Aquiles.
.Es necesario que esta plegaria pase
por algo que no es ni siquiera la invocación del padre
de Aquiles; le traza la figura de un
padre que tiene un hijo que no es el último venido,
Aquiles aquí presente. Es lo que aporta
en toda plegaria el lugar del orante en el interior
mismo de la Demanda de aquél que ora.
El deseante, no es lo mismo: en tanto
que tal, no puede decir nada de sí mismo sin
abolirse como deseante. Porque es lo
que define el lugar puro del sujeto en tanto que
deseante: de toda tentativa de
articularse no sale nada más que síncopa del lenguaje,
impotencia de decir, porque desde que
dice, no es nada más que mendigo, pasa al
registro de la Demanda, y es otra cosa.
En esta respuesta al otro que
constituye el análisis, esto constituye el lugar del analista.
Para terminar con una fórmula en
impasse, que rice los elementos de los cuales he
dibujado el recorrido:
Si la angustia es esta relación de
sostén del deseo allí donde el objeto falta (manque),
encontramos esta cosa de la que tenemos
experiencia y es que, para revertir la fórmula, el
deseo es un remedio a la angustia, y el
neurótico sabe de eso mucho más que ustedes.
El apoyo encontrado en el deseo, por
más incómodo que sea con toda su trama de
culpabilidad, de todas maneras es algo
más cómodo que la posición de angustia. De
manera que para alguien experimentado
—el analista— es conveniente tener siempre a su
alcance un pequeño deseo bien dotado,
para no estar expuesto a poner un poco en el
análisis un (...) (ver nota(304)) de
angustia, que no sería oportuno ni bienvenido.
¿Los estoy conduciendo hacia esto?
Seguro que no, es una manera sencilla de marcar las
paredes del pasillo con la mano.
La cuestión no es lo conveniente del
deseo; es una cierta relación con el deseo que no
sea sostenida a largo plazo.
Esto nos lleva a volver sobre la
distinción de la relación del sujeto con el Yo Ideal y con el
Ideal del Yo.
Esto es esencialmente para orientarnos
en la tópica variada del deseo; la función del
einziger Zug, de aquélla que diferencia
fundamentalmente al Ideal del Yo, de manera tal
que solamente desde allí pueda
definirse la función narcisista, es lo que explicaré en
nuestro próximo encuentro, bajo la
introducción de la fórmula de Píndaro:
— Sueño de la sombra — el hombre — (IX)
Esta relación entre el sueño y la
sombra, entre lo simbólico y lo imaginario, es esto
alrededor de lo cual haré girar nuestra propuesta
decisiva.
La identificación seminario 9
la angustia, si se produce, no es nunca
ante la desaparición del deseo, sino del
objeto que disimula, de la verdad del
deseo, o aún si ustedes quieren de lo que no
sabemos del deseo del Otro. Toda